Colección
SOLUM DONAS
Solum Donas en Campo Arte
Desde Costa Rica a Campo Abierto. La obra Artística, su colección personal, libros, discos y demás objetos encuentran un nuevo hogar.
COLECCION
Gracias a un espíritu incansablemente curioso por las formas de la naturaleza, el diseño y la arquitectura, Donas dejó un acervo de aproximadamente 600 esculturas en madera, metal, resina y técnicas mixtas y más de 4000 dibujos.
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SOLUM DONAS
Solum Donas tenía una comprensión absolutamente integral de la vida. El individuo se desarrolla dentro de toda la complejidad contextual de su entorno y su historia, de sus posibilidades y limitaciones sociales, económicas, políticas, cognoscitivas y afectivas. Desde esa convicción actuó como médico de salud preventiva, enfocándose cada vez más en la salud de la niñez y del adolescente.
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dibujos
Solum Donas mantuvo una producción gráfica durante cuatro déca, desde el inicio de los 1980 hasta el final de su vida. Prolífico, curioso, inquieto, Donas dibujaba en cualquier lugar y en todo momento, fuese en su casa o taller, o durante una conferencia de la OPS, donde trabajaba como médico salubrista. Se calcula una producción de más de 4000 dibujos, muchos de ellos están firmados, fechados, ubicados en geografía y organizados en carpetas.
En su vasto repertorio gráfico, Donas manifiesta su preocupación social y política por la historia del ser humano como individuo y como parte integrante de un contexto latinoamericano en constante lucha. Los dibujos, la mayoría realizados con tinta negra sobre papel blanco o de color en formato A4, mezclan formas figurativas con una exploración geométrico-abstracta del espacio, revelando un marcado interés por la arquitectura de la presencia humana en el mundo. En muchos casos incluyen reflexiones escritas propias y de otros autores, reflejando su sensibilidad y empatía humana. Manifiestan la dimensión social, cultural y poética del pensamiento del autor a lo largo de cuatro décadas y a partir de su experiencia viviendo en distintos países de América Latina.
Hay motivos que se repiten de manera consistente a través del tiempo: mujeres con las cabezas cubiertas por un lienzo, medias lunas, figuras sin rostro fundiéndose unas en las otras como cintas Möebius atravesando el adentro y afuera de sus volúmenes y espacios. Espacios positivos y negativos, luz y sombra, estudio de geometrías espaciales, caminos, cruces que se funden con el cuerpo – cuerpos que entran y salen de sí mismos, se espejan, se duplican, se desmiembran y segmentan, se bifurcan y multiplican transformando a un individuo en una multitud.
Hay madres, hijos, y seres confrontados con su propia sombra; formas que se invierten y pliegan, y se transforman en lo que él llamaba de “humanoides”, figuras fluidas en constante reconstrucción.
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escultura
En 1990, aun viviendo en Brasilia, Solum Donas comienza a interesarse por la escultura, oficio al cual dedicará gran parte de su tiempo a partir del año 2000, cuando se jubila de la OPS y se instala de manera definitiva en San José, Costa Rica.
En escultura, Donas exploró exhaustiva y prolíficamente, técnicas y materiales tan diversos como el tallado en madera, el ensamblaje de objetos encontrados y reconfigurados, instalaciones en hierro y otros materiales, esculturas cinéticas e interactivas para el espacio exterior, además de relieves calados y policromados y la emancipación de figuras percibidas en maderas encontradas a la deriva. Mientras que el dibujo y la escritura le permitieron dialogar consigo mismo desde la introspección y la reflexión profundizada sobre la existencia – atravesando el tiempo y el espacio (alusiones al pasado y al futuro en distintas regiones del mundo son constantes) –la escultura, y en especial el tallado en madera, le posibilitó un diálogo procesual, físico, matérico con este elemento de la naturaleza tan vital y rico en Costa Rica. No es por acaso que, al elegir ese país como su destino final, se apasiona por su vegetación y elige trabajar con sus distintas maderas.
Donas dejó una colección de aproximadamente 600 esculturas de dimensiones, materiales, técnicas y estilos muy variados, testigo de una mente abierta y sin prejuicios y de un cuerpo vital e incesantemente inquieto.
Tallados en madera de grandes dimensiones marcan el espacio con una presencia totémica. En la última década de su vida, Donas produce piezas abstractas cuyas formas remiten a semillas, hojas, tallos y raíces – el círculo, la esfera y la curva siempre presentes como odas a la naturaleza. Presente en toda su producción en madera están temas vinculados a la fecundidad y la exploración del espacio escultórico como metáforas de sendas, caminos, pliegos, el volumen como dialogo entre lo interno y lo externo, el adentro y el afuera. Podríamos describir su obra como una abstracción orgánica más cercana a las investigaciones de los surrealistas que al concretismo que marca la historia del arte en la abstracción latinoamericana del modernismo de mediados del siglo XX.
Paralelamente a las demás investigaciones escultóricas, Donas produce de manera prolífica piezas autoportantes sobre bases de madera que dialogan directamente con los dibujos de las formas que él denominaba “humanoides”. Son figuras antropomórficas que se encuentran en un límite entre lo figurativo y lo abstracto que bailan, se multiplican y brotan verticalmente como si buscaran una conexión con la atmósfera. El ser humano y la naturaleza están íntimamente conectados en su producción, especialmente en toda su obra en madera. En ese sentido, las obras con motivos más ornamentales también parecen prestarle un homenaje a la naturaleza: explora texturas en las superficies buscando o encontrando ecos con los orígenes del árbol, su relación con las plantas, el fruto, la semilla, el tallo, el surco y la espiral.
Ambos los relieves y las esculturas autoportantes demuestran una pulsión absolutamente sensorial – la experiencia escultórica para Donas proviene de una necesidad vital de conectarse con la materia de manera física abarcando todos los sentidos. Son respuestas sensibles y empáticas del escultor hacia la materia prima. La madera costa ricense le habla, y él escucha, siente, y sigue sus vetas conductoras. Es de esa manera empática e intuitiva que Solum ha podido trabajar en un universo abstracto durante dos décadas, sin elaborar o seguir teorías del arte abstracto formuladas a lo largo de todo el siglo XX en la historia del arte occidental. Entre una obra y otra conversa con artistas como Duchamp, Picasso, Klee, Miró, Calder, Magritte, Dali, Henry Moore, algunos de los tantos creadores que lo fueron acompañando y poblando otra importante colección del artista: su biblioteca de arte. Pero su abstracción es absolutamente personal y orgánica, resultado y resumen de su pasaje por América Latina, y por una existencia dedicada a la salud del ser humano.
Su fusión con la naturaleza se manifiesta claramente en el conjunto de obras que titulamos “Figuras encontradas”. En estas esculturas Solum se coloca en el lugar de un facilitador expresivo de un escultor previo – que en este caso sería Dios, o la naturaleza misma metamorfoseada por el paso del tiempo. Cada una de estas esculturas alude a una forma reconocible cuando imbuida por nuestro “imaginario humano”, y sin embargo no deja de ser un pedazo de rama o tronco u algo similar de madera encontrado a la deriva en algún paseo por la playa o el campo. A la vez, contienen y logran evocar una potencia expresiva en muchos casos verdaderamente conmovedora: una bailarina que nos recuerda los pasteles de Degas, un tríptico de “humanoides” sin rostros ni identidad acudiendo a algo sublime; un hombre bailando con un árbol como Frank Sinatra en Singing in the Rain, una reina o faraón sentada en su trono silenciado por los siglos, el rostro de Munch sin cuerpo y sin boca, un atleta que corre con los brazos abiertos…
Paralelamente a su producción en madera, Donas desplegó su creatividad en ensamblajes para el espacio exterior, utilizando hierro y otros materiales reciclados como latas, objetos encontrados, plásticos y cuerdas. Un paseo por el jardín de La Garúa, su casa-taller en San José, le ofrecía al visitante una experiencia plurisensorial e interactiva: fuentes cinéticas suspendidas de árboles de diversos colores que al ser tocadas o movidas con el viento producen sonidos; composiciones lineales concretas hechas de caños de saneamiento recuerdan versiones tridimensionales de los esquemas gráfico-espaciales de M. C. Escher; una estructura de hierro policromado evoca la forma de una menorá superpuesta perpendicularmente a otra; mientras que una base piramidal de acero pintada de rojo sostiene en su cima un disco satelital. Muchas de estas esculturas exteriores parecen juegos de encaje, articulaciones y bisagras, algunas se pueden mover, otras invitan a la interacción del cuerpo. La mayoría son de grandes dimensiones y resultan de exploraciones espaciales más bien abstractas – en algunas predominan las líneas rectas y en otras, un aspecto lúdico donde esferas colgantes, medias lunas y reminiscencias “humanoidales” revelan un lado místico siempre presente en la obra de Donas.
Humor, sátira, y un afán por el aprovechamiento del descarte conviven en esculturas ensambladas a partir de diversos materiales desechados o encontrados, como un inmenso “Frankenstein” que descansa entre bambusales, compuesto de láminas de latas recicladas formando capas epidérmicas. Otras figuras autoportantes habitan en el jardín de La Garúa: una máquina de escribir oxidada cuyas teclas saltan de sus soportes como toboganes para duendes; una figura de estatura humana compuesta enteramente por piezas auto-mecánicas como discos de embragues, tornillos, cilindros y correas metálicas; un pedestal de ruedas de bicicleta coronado por un manillar de acero. Varias de estas piezas nos recuerdan ensamblajes dadaístas así como las primeras esculturas y readymades de Marcel Duchamp.
En su escultura, Donas no se atiene a ningún padrón formal o estilo en particular – hasta sus últimos días mantiene su eclecticismo como si estuviera siempre listo para responder a los llamados de la naturaleza, de la materia orgánica y del deshecho, de lo natural y lo artificial, sin prejuicio entre el uno y el otro, sin necesidad de presentarle al mundo una voz propia: Donas le da voz a las formas que quieren formar parte de su hábitat.
Colección PErsonal
arte indigena latInoamericano
Desde mediados de los años 70 hasta el 2000, Donas recorrerá prácticamente toda la región de América Latina, primero como profesor de medicina preventiva en la Facultad de Medicina de Tegucigalpa, Honduras y luego como consultor subregional en Salud Integral del Adolescente de la OPS. Sin contar los viajes, el médico y artista vivió en Guatemala, Haití, Panamá, Costa Rica, Venezuela y Brasil. Su trabajo y sus viajes lo ponían en contacto con diversas comunidades, permitiéndole conocer la cultura local y autóctona de civilizaciones recientes y otras más antiguas.
Así es que Donas fue descubriendo y encantándose por las tradiciones artísticas locales, conformando una colección de cuidadosa selección que convivía en La Garúa con su propia producción.
Además de una serie de pinturas de carácter naíf que retratan escenas típicas de cada lugar como un juego de capoeira en un pueblo bahiano, una comunidad indígena trabajando en cestería y otra de origen africano transportando paja, Donas adquirió instrumentos musicales, textiles, cerámicas, esculturas, vestimentas, entre otras cosas. Su colección personal está conformada principalmente por un conjunto de bongos, zampoñas, panderos, claves, y diversos tipos de flautas andinas; tapices hechos en telar de algodón y lana, mantos tejidos y bordados; relieves tallados en madera del norte de Brasil y esculturas de madera policromada guatemaltecas y mexicanas; y un conjunto de cerámicas indígenas – algunas recientes y otras de antiguas.
Elegimos incluir en la Colección de la Fundación Donas la colección personal del artista por el aporte que estas obras y objetos le agregan a la apreciación de la cultura latinoamericana, por el valor que Donas le atribuía a todo tipo de expresión artística y el potencial infinito de la creación humana.